Una
vez más se ha pecado de exceso de confianza. De nuevo, imponer criterios
distintos a los sanitarios está teniendo consecuencias tan graves como imprevisibles.
La opinión pública está escandalizada y, de forma reiterada, nuestros
gobernantes no están a la altura.
No
existían protocolos estrictos y fiables que garantizasen la seguridad de las
personas que atendieran a los enfermos de Ébola. No había garantía alguna de
que, aún siendo deficientes, se iban a cumplir en su totalidad. No había
medios, no había información, no había seguridad de que la enfermedad no se iba
a propagar. Y todo ello porque, previamente, se habían desmantelado los centros
que podían garantizar esto: El Hospital Carlos III, la Dirección General de
Salud Pública…
Con
estos precedentes, sólo podía ocurrir lo que está ocurriendo. Sin embargo,
podíamos esperar que la reacción posterior de nuestros gobernantes fuera más
convincente y, a riesgo de pedir imposibles, también más humana. No ha sido así:
desde que ha estallado la crisis del Ébola, se han producido una serie de
desatinos que en nada ayudan ni a resolverla ni a que los ciudadanos confiemos
en la capacidad de aquellos y aquellas que la están gestionando. En lugar de
buscar soluciones, se han esmerado en buscar culpables.
No hay nada más mezquino que culpabilizar a la
propia víctima, Teresa Romero, quien, aquejada de los síntomas e inmersa en las
circunstancias considerablemente
estresantes que rodean a esta enfermedad, al parecer acabó por reconocer que
quizá se tocara la cara con el guante. Entonces, la persona que en ese momento estaba
ejerciendo de portavoz de las autoridades, se agarró a la duda expresada por
Teresa como a un clavo ardiendo y, haciendo gala de una ruindad infinita, la
declaró culpable, utilizando, además, un tono chulesco e irrespetuoso
absolutamente impropio de alguien que ostenta un cargo público. Alguien, cuya
vergüenza, humanidad y profesionalidad queda irremediablemente en entredicho,
que quiso dar una infame coartada a aquellos seres políticos que sólo piensan
en salvar sus carreras a costa de lo que sea.
No
es la primera vez que nuestra clase política nos deja con la espalda
descubierta. En la Comunidad de Madrid, en repetidas ocasiones, ha prevalecido
el interés económico y político sobre los criterios humanitarios y sanitarios. En
este sentido, estamos viviendo la privatización de la donación de sangre en las
calles de Madrid. Desde los colectivos que defendemos que no se debería
privatizar la sanidad pública, seguimos diciendo que es un escándalo, que se
debería paralizar cualquier proceso que llevase al desmantelamiento de los servicios
públicos, sean o no económicamente rentables. Tal vez si no se hubiera
desmantelado el Hospital Carlos III en base a criterios económicos, habría un
servicio que pudiera acometer la solución del actual problema sin necesidad de
tantos desatinos y errores trágicos que aún nos pueden proporcionar disgustos mucho
mayores.
Salvando
las distancias, que por el momento todavía existen, desde ADECETMA estamos
luchando para que no se desmantele el servicio público que se encarga de la
recogida de sangre en los puntos de calle. Hemos dicho hasta perder la voz, que
los criterios económicos y políticos nunca han sido buenos consejeros. Que se
pone en juego nuestra salud y nuestra seguridad. Desgraciadamente, quienes
tienen que gestionarlo son, en última instancia, los mismos que están
arrastrándonos a una crisis sanitaria cuyas dimensiones todavía están por ver.
Hoy,
más que nunca, nos sobran los motivos que justifican nuestra lucha en contra de
la privatización promovida por esas personas que, ante un problema, sólo saben
exculparse cargando la culpa sobre las víctimas. ¿Será eso lo que hagan cuando,
para conseguir el número de bolsas de sangre acordadas en el convenio con Cruz
Roja, se perjudique la salud de algún donante o de algún receptor-paciente? No
olvidemos que, a fin de cuentas, más bolsas de sangre suponen más dinero ¿Quién
va a garantizar que el bienestar del donante y la seguridad del paciente
prevalezcan sobre el beneficio económico? ¿Las mismas personas que están
gestionando esta crisis? Esperemos que NO.
ADECETMA
España está que se sale, vamos, que rebosa de “IN”, verbi-“gracia” (que la tiene): “in”saciables, “in”morales, “in”documentados, “in”separables “im”presentables, “in”eptos (también “in”aptos),… “in”genieros (del terrón con pelos de la dehesa y todo), e incluso “im”béciles,… “IN”DULTOS, resumiendo “IN”DESEABLES de libro.
ResponderEliminarEl último “botón de muestra” lo demuestra. No contentos con los múltiples patinazos sufridos con esta crisis del ÉBOLA, se abunda aún más, y ahora los voceros lanzan “las campanas al vuelo” de que el 28-O (de no producirse “nuevo caso”), se terminará la crisis. ¡¡¡?#¿&?>?!!!
Y me vuelven a crujir las cuadernas, ¿De dónde se sacan lo de los 21 días de posible maduración del virus de un infectado? ¡¡¡De los 38 años de “ignorar” lo que estaba sucediendo en África!!! ¡¡¡Que trabajos científicos lo avalan!!! ¡¡¡ ¿Se paró alguien a pensar que con las temperaturas y climas europeos esa maduración puede ser más dilatada?!!! ¡¡¡ESTA ES NUESTRA ESPAÑA DE TODA LA VIDA!!!
Y VIVA LA PEPA.